Crecí en el sector de la construcción, algo lógico si tenemos en cuenta que Bob Nabholz era mi padre. Empecé a trabajar los veranos como obrero a los 15 años y, a medida que fui creciendo, empecé a trabajar en proyectos de hormigón a gran escala: grandes muros de hormigón, forjados bidireccionales elevados y estructuras de gran altura vertidas in situ que se convirtieron en hoteles, cuarteles de la policía estatal y fábricas de papel. Durante un tiempo, toda mi vida giró en torno a lo grande, rápido y alto que se podía encofrar, verter y terminar el hormigón. Y me encantaba.
Utilizamos todo tipo de equipos gigantes, incluidas grandes grúas de vía y grúas torre. Usábamos encofrados deslizantes y volantes, y cubos de hormigón de 2,5 yardas cúbicas para hacer vertidos de 200 yardas a 200 pies de altura. Recuerdo con claridad una de las primeras veces que utilicé una bomba de hormigón. Encoframos y vertimos una estructura elevada de aparcamiento, con un vertido de 800 yardas cúbicas en un tiempo récord de nueve horas. De hecho, podría decir el promedio de yardas por hora de cada vertido de hormigón que he hecho.
Una tarde estaba contándole orgulloso a mi padre todo lo que habíamos hecho en la última semana, y me dijo algo que me sorprendió. "Hijo, la construcción es un negocio de personas". Eso fue todo: las sabias palabras de mi padre. Me desconcertó porque sabía que se equivocaba. La construcción se centraba en sistemas de encofrado, cimientos, estructuras... se trataba de construir más grande, más rápido y más alto que nadie. ¿Cómo pudo mi padre, el fundador de la empresa en la que crecí, equivocarse tanto?
Poco a poco, a lo largo de las siguientes semanas, años y, ahora, toda una vida, he llegado a comprender la verdad de su afirmación. No sólo lo cierta que es, sino cómo esa creencia - "la construcción es un negocio de personas"- es la base de la empresa que él fundó. De hecho, tengo que creer que fue observando a los primeros empleados de Nabholz, a aquellos que no compartían nuestro apellido pero que aun así derramaron sudor y sangre para establecer a Nabholz como una constructora de elección, lo que le hizo darse cuenta de que sin personas de calidad, no seríamos nada. La gente construye. Y la gente buena construye con calidad, construye con seguridad, construye relaciones, construye confianza, construye integridad y construye para toda la vida. Construyen sobre el éxito del pasado y luego ceden las riendas a más gente buena para que construya el éxito del futuro.
La empresa que mi padre construyó es una empresa de personas, buenas personas, que han visto crecer su empresa más allá de lo que él jamás imaginó.
Mi padre murió el 14 de abril de 2002, hace ahora 17 años. Pronunciaba muy pocos discursos. En cambio, "enseñaba" sus lecciones con el ejemplo, con su forma de vivir y, lo que es más importante, con su forma de tratar a la gente.
Feliz Día del Padre, papá.
Te quiero,
David